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Exposición CAB. NICOLÁS ORTIGOSA Obras/Works/2019-2023
3 febrero, 2023 - 28 mayo, 2023
GratuitoLa radical propuesta de Nicolás Ortigosa (Logroño, 1983) propone situar al espectador como protagonista absoluto de la obra presentada en el CAB. No en un sentido metafórico ni ritual, sino como agente causante, como actor indispensable, casi como ejecutor determinante si se quiere. Hasta tal punto Ortigosa ha llevado al límite su apuesta que las obras presentadas buscan desaparecer bajo la operación lúdica y festiva que solicita al público.
La obra, la pintura, como espacio de juego. Como campo de acción, como soporte desacralizado, desprovisto de retórica. Como superficie libre de meditación, de contemplación, quizá ni siquiera como destinataria de una mirada complaciente. La radical propuesta de Nicolás Ortigosa (Logroño, 1983) propone situar al espectador como protagonista absoluto de la obra presentada en el CAB. No en un sentido metafórico ni ritual, sino como agente causante, como actor indispensable, casi como ejecutor determinante si se quiere. Hasta tal punto Ortigosa ha llevado al límite su apuesta que las obras presentadas buscan desaparecer bajo la operación lúdica y festiva que solicita al público.
¿Qué esconde Ortigosa tras una decisión que parece ajena a la tradición patrimonialista que siempre asignamos a la obra de arte? La respuesta es una nueva pregunta: en un tiempo en el que el consumo de imágenes y la disputa por su prevalencia engulle cualquier creación plástica, ¿queda algún rastro de ésta en nuestra memoria inmediata?, ¿somos aún capaces de detenernos, pararnos y mirar? El juego parece ser el único lugar en el que la concentración del individuo es absoluta. Mientras jugamos nuestros sentidos se estimulan; no hay sitio para una mirada furtiva a nada que pueda distraernos. Dejamos fuera nuestra obsesiva curiosidad por lo que pasa en el mundo conectado a las redes sociales o en el entorno próximo, incluso dejarse llevar por la imaginación puede resultar perjudicial: toda desatención se paga. Entonces tal vez situar la pintura como área de recreo no parezca tan kamikaze.
Hay, además, otra intención confesada. Un acercamiento generacional, de expectativas y de compromiso con un público no siempre atendido en los centros de arte. Antes que una estrategia de captación de públicos se trata simplemente de compartir gestos, actitudes y riesgos. Ortigosa está dispuesto, incluso, a aceptar el fracaso de la iniciativa, de la experimentación. Al fin y al cabo, en consonancia con sus trabajos anteriores, persigue un borrado total, una desaparición de su pintura. Si en alguna de sus series precedentes cubrió de óleo obras realizadas hasta convertirlas en una intensa mancha negra, ahora está dispuesto a que estas ni siquiera sean visibles aun teniéndolas por completo presentes ante nuestros ojos.
Nicolás Ortigosa en el CAB. Un texto del artista sobre su exposición
“Hay un punto de inflexión clave en mi trayectoria como artista: la serie Cuadros tapados 2002-2018. Esta serie, conformada por 115 obras, supone el cierre de un ciclo de trabajo que abarcó desde el año 2002 hasta el año 2018, tal y como su título indica.
Es a partir de ese momento cuando inicio una nueva manera de entender el trabajo pictórico y el papel del artista. Es en este instante cuando las preguntas se concentran en una sola: ¿hacia dónde llevar ahora a la pintura?
Durante estos años, las constantes reflexiones en torno a la pintura me han permitido comprender que, el hecho de haber tapado toda mi obra pictórica comprendida entre los años citados, significaba —más allá de concluir con una manera de hacer y entender la pintura— poner en crisis la idea de la pintura misma, y no solo un tipo de pintura determinada o al concepto de pintar. Las obras que presento en esta exposición son el fruto de este tiempo de reflexión.
Estas nuevas obras —tómense estas palabras en un sentido nada metafórico ni eufemístico— dan «un paso atrás» convirtiéndose en sí mismas en receptores del espectador. De este modo se atribuyen el papel de una especie de naturaleza en «segundo plano», puesto que es el espectador, a través del juego, el que adquiere todo el protagonismo. La obra ya no es demiúrgica ni quiere mostrarse imponente y altiva, sino que desplaza su posición dominante hacia el espectador que es el encargado de distribuir los pesos y el valor. Estas estructuras/pinturas esperan pacientes y francas a que el espectador decida activar dicho paisaje por medio del juego interactuando con ellas ayudado de unas sencillas raquetas y pelotas de ping-pong. Pero, es en este proceso interactivo —inducido por la abstracción del juego entre la obra y el espectador— donde se pone en entredicho el protagonismo de ambos. ¿Es el paisaje el protagonista? ¿Es el espectador/jugador el protagonista? Lo verdaderamente importante aquí es el nuevo proceso de abstracción al que la pintura y el espectador se ven sometidos.